Los medios de comunicación en manos de la burguesía ya vienen festinando desde hace años con la “violencia” que ejercen las y los estudiantes populares: los overoles blancos, quienes que se toman los liceos para exigir una mejor educación, las y los que salimos a marchar y a cortar calles. Hoy, también son nuestros compañeros y compañeras neurodivergentes, los mismos que recrimina el actual rector del INBA Gonzalo Saavedra en sus dichos de hace un par de días. La criminalización es permanente y recae sobre nuestros compañeros que se rebelan contra la vida de miseria que se nos impone como hijas e hijos de la violencia del sistema capitalista: nacidos del salario mínimo, de la carencia, de la injusticia y la desigualdad.
La prensa, con el objetivo de generar un sentido común favorable para los dueños del poder, la riqueza y el bloque dominante, expone como en la vitrina de un almacén las peleas entre estudiantes, los conflictos entre apoderados y profesores, y la violencia ejercida por estudiantes contra sus propios docentes y viceversa, incluyendo el bullying, la agresión física y verbal, y también el acoso. Todo esto es una expresión innegable de un sistema que está en una crisis integral, cuyas fracturas también se manifiestan en las comunidades educativas de las y los pobres, porque no somos ajenos a las problemáticas del conjunto de la sociedad de clases.
Se habla de una juventud perdida, de la pérdida de la excelencia académica y la violencia desmedida, pero nadie se cuestiona las condiciones en las cuales nos educamos millones de estudiantes, hijos e hijas de la clase trabajadora. Estas condiciones que no se ven en los colegios de los ricos; sino en edificios que se llueven, con plagas de ratones, donde faltan ventanas y los techos se caen a pedazos, y para qué hablar de la paupérrima alimentación que recibimos, la falta de docentes, la carencia de herramientas educativas y de acompañamiento a la salud mental.
Nos educan desde la competencia y el individualismo, para ser mano de obra y continuar reproduciendo el sistema. Por esto mismo nos golpean tanto con leyes represivas como aula segura y sus modificaciones, que tienen a cientos de estudiantes desvinculados injustamente, con la ley anti tomas, y también a través de sus perros de presa, desplegados para defender la tranquilidad de quienes gobiernan.
Entendemos además las condiciones de precariedad laboral y de vida a la cual se ven sometidos las y los trabajadores de la educación: extensas jornadas, bajas remuneraciones, la presión de la evaluación docente, la necesidad de trasladarse de un colegio a otro para lograr más horas de trabajo y por lo tanto mejorar sus remuneraciones y en muchos casos la doble explotación a la cual están sometidas nuestras profesoras, condiciones de explotación de la cual también son víctimas y que lamentablemente en muchos casos ni siquiera son ellos y ellas conscientes.
El capitalismo ya no solo explota y oprime a nuestros padres y madres; su violencia estructural ha traspasado las fronteras de los centros productivos y de trabajo, infiltrándose como una nube de gas en las salas de clase y a la vida de muchas y muchos de nosotros, golpeando duramente a la juventud popular: sin futuro, sin esperanza, condenados a una vida de pobres. Esa es la verdadera violencia, la que emana del sistema y que desde luego se manifiesta en las aulas, pero como una tragedia, y no como su origen.
Y nos preguntamos: de dónde proviene la violencia.
Estudiantes por la Causa Popular
Chile, mayo, 2025
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