Vale la pena saber lo que dijo el experto forestal respecto a la causa de la caída de ese olmo de 100 años que aplastó y mató a un joven dias atrás : “Lo que me causó extrañeza fue que este árbol no tenía una raíz pivotante profunda, sino más bien tenía una cantidad abundante de raíces secundarias que son las que buscan los nutrientes. La raíz pivotante es la que le da el sostén al árbol, para que no se tumbe.” Otra causa técnica que dijo J. P. López, el experto, apuntaba “al exceso de riego, por lo que el árbol no tiene la necesidad de profundizar su raíz pivotante. Además hay que sumarle una poda excesiva que se le hizo a este árbol, lo cual hace que se dispare en altura para buscar la luz; esto podría haber generado un desequilibrio entre la relación altura del árbol y raíz pivotante”. He aquí algunas moralejas del hecho para lo que estamos viviendo :
1. Los árboles no se caen de viejos; se caen de vivir obligados a desarrollar solo raíces laterales débiles, sin la raíz pivote profunda, la raíz que los haría poderosos, conectados a su más honda napa procesadora de la vida ¿Por qué no se caen las araucarias de dos mil años erguidas sobre la dura piedra? 1.1.Chile se tambalea a punto de caer, porque el exceso del riego superficial del consumo lo distrajo de generar su propia elaboración de savia vital, el neoliberalismo le cercenó su raíz cultural pivotal.
2. Los árboles son peligrosos cuando los podan mal, cuando los mutilan. Un árbol nativo en su selva propia no necesita poda alguna -la diversidad se autoregula- pero sí uno que vive en una plaza o parque urbano. Al hacerlo, obligamos al árbol a crecer hacia arriba y así desestabilizarlo demasiado : copa alta y sin raíz pivotal, cualquier viento lo tumbará. 2.1. Chile ha sido mal podado por el poder de las elites. Más bien lo ha mochado el egoísmo. Su alma reprimida, buscó oxígeno en la demanda de derechos. Sin espacios de crecimiento –la gran empresa no quiere repartir competitivamente la torta- para el desarrollo de las mejores virtudes de su mestizo pueblo, sin condiciones para la autorealización en dignidad, lo obligó a escaparse de la realidad, a crecer desequilibradamente en la calle. No represión sino educación; no recortes y migajas, sino el persistente apoyo institucional para salir de las diversas pobrezas.
3. Un árbol siempre busca la luz. No le estorbemos su vocación irradiante, su tendencia de exponer todas sus ramas libremente a los rayos cósmicos, a la luz. 3.1. Sin ejemplo de generosidad y luz en sus dirigentes, un sector desesperado del pueblo de Chile rapiñó y saqueó en la noche del cemento, en la obscuridad de los mall, en el supermercado; es decir, en los edificios que ocultan la luz del día. ¿Cómo van a crecer psicológica y moralmente equilibrados los cinco hijos de una pareja que habita en una covacha de 35 mts2. con paredes de internit? El niño-arbolito que apenas respira en los moles de cemento de Estación Central, ¿podría soportar más esfuerzo y más locura que la calurosa asfixia en la que vive?
4. La solución no es arrancar más y más árboles de la plaza: es sacar de raíz la pobreza de ideas para vivir con más calidad de vida, verde y sustentable. Se trata de cambiar la mentalidad respecto a qué sería un centro cívico con la mejor sombra de Chile y qué necesita un árbol urbano y la mejor forma de cuidarlo. ¿Por qué no un Chillán lleno de árboles frutales en sus calles? 4.1. El modelo económico de Chile –y no los centenarios olmos- mata a sus niños y jóvenes al no darles el agua de la virtud cívica, al endeudar a sus estudiantes con la mediocre y selectiva educación pública que le brinda, al negarles el libre espacio de autoconciencia creadora en sus aulas. Les da solo débiles raicillas laterales de entretenimiento digital y los poda con frustraciones sintéticas y drogas isotónicas.
Nadie crea una raíz pivotal honda con riego superficial de aspersión. El gran engaño de esta época archidigital es hacernos creer que la felicidad está a distancia de un click, el que nos pondrá en medio la pantalla de la libertad del consumo, incluyendo la libertad de elegir una opción “in” de bajos estándares éticos e intelectuales. Ya casi nadie recuerda que la felicidad no es libertad para rebajarnos, sino que es un subproducto que arroja un espíritu muy trabajado, luego que éste cumpla el deber humano. ¿Y cuál es el deber del árbol humano? Transformar el caos heredado, transmutar nuestro mundo, su materia, nuestros instintos. Y esto lleva –como al principio del mundo- al conflicto cósmico entre la voluntad y la inercia, a batallas a todo nivel, desde el mañanero deber de abandonar las sábanas…si queremos tener raíces profundas, como las araucarias del sur de Chile .
[ZILEY MORA, Crónica periodística desde Chillán]
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