Tras casi 3 meses de impacto de la pandemia en Chile las consecuencias económicas comienzan a notarse. En el mundo hay una declarada recesión mundial. Las cuarentenas y cierres de empresas han generado un aumento terrible del desempleo, las suspensiones y el trabajo precario ¿Por qué surge el debate de la crisis de 1982? En esta nota resumimos las causas y consecuencias de esta crisis histórica.
La ministra del Trabajo, María José Zaldívar hace 5 días, dio un pesimista pronostico respecto a la situación laboral en el país a raíz del Coronavirus.
El fantasma de la crisis de 1982
En conversación con Radio Duna, la secretaria de Estado no descartó que la tasa de desocupación aumente en torno a un 18%, una cifra que no se ve desde 1982. "Si es que las cosas no se hacen como deben ser, si se llegará a esa tasa de desocupación que anticipan los expertos", sostuvo Zaldívar.
En relación a la tasa de desempleo actual, que ya alcanzó un 8,2%, la titular del Trabajo advirtió que dicha cifra no representa la situación actual del país, ya que no se considera el mes de abril, tomando en cuenta que durante ese periodo comenzaron a regir las cuarentenas y medidas preventivas.
“Si yo a eso le sumo las 300 mil cartas de despidos del mes de marzo, que no necesariamente están contabilizadas entre las 800 mil, porque se pueden haber contabilizado mayoritariamente, que es lo que se acostumbra a pasar, los últimos días del mes, yo podría estar hablando de un millón cien mil (desocupados). Y eso sin contar lo que está ocurriendo en el mes de abril”, precisó.
La crisis de 1982: la dictadura y los grupos económicos desataron una catástrofe sobre el pueblo
En 1982 se inicia una crisis de las peores de la historia chilena. En plena dictadura se inicia como crisis mundial que golpea de forma brutal en el país. Hubo factores externos: el alza del precio del petróleo producto de los conflictos árabes y el fin del ciclo de posguerra habían generado una recesión en EEUU que le obligó a cuidar sus intereses. Se produjo también una baja del valor de las materias primas, principalmente el Cobre (baja de un 40%). A la vez incrementar el aumento de las tasas de interés en EE.UU (que ya superaban el 20% en 1980) llevó a la “crisis de la deuda” en los países latinoamericanos.
Sin embargo, estaban en el ’82 las “condiciones internas” para una catástrofe: por un lado bancos sobre-expuestos y empresas sobre-endeudadas. Ambos factores “internos” “generaron las condiciones perfectas para que la crisis externa de 1982 tuviese en Chile efectos devastadores" [7]. El crecimiento “artificial” basado en la deuda (y consumo) como reconoce Juan Andrés Fontaine, jugó ahora sus efectos más destructivos.
La crisis económica desató una crisis política en la Junta Militar, ante la negativa del ministro de Hacienda de intervenir. Los gremios empresariales como la SOFOFA y la Cámara de la Producción y el comercio presionaron a la Junta Militar a que devaluara la moneda. Como consecuencia Sergio de Castro y reemplazado por Sergio de La Cuadra tomando la dirección de Hacienda escuchando más al mundo empresarial.
En abril de 1982, el fin del tipo de cambio fijo con el dólar mediante una devaluación del 18% del peso simbolizó la debacle”, porque incrementó en un 50% las deudas que estaban contraídas en su gran mayoría en dólares por bancos y empresas.
Así, la relación de bancos sobre-expuestos y empresas sobre-endeudadas, llevó en 1982 a una brutal quiebra de 810 empresas, contando bancos. En 1982 fue una de las peores caídas del producto: un 14,3% según varios autores. La caída del producto fue de dos años consecutivos, la caída más profunda posterior a 1929.
En total el Estado intervino 14 bancos (de 26) y 8 financieras (de 17). Entre ellos los más grandes: BHC (Vial), Banco de Santiago (Cruzat-Larraín, creadores de la emblemática Torre Santa maría), Banco de Chile (Vial). La intervención consistía en que el Banco Central re-capilizara las deudas transformándolas en deuda pública. O sea: con dinero público un rescate a los grandes bancos y grupos económicos.
Se llegó a un desempleo del 26%
El desempleo se disparó como consecuencia inmediata de las quiebras y el espiral de deuda. Según datos de Patricio Meller el desempleo llegó al 26,1% en 1982 y 31,3% en 1983. El Estado creó a fines de 1982 el POJH, Programa de Obras para Jefes de Hogar, que llegó a tener más de 200 mil empleados. Se pagaba alrededor de un tercio del sueldo mínimo, y se trabaja en obras no productivas. Esto se suma al PEM, Programa de Empleo Mínimo, creado en 1975 y de características parecidas. O sea, mientras había un gran rescate a los bancos y grupos capitalistas, desocupación masiva hacia los trabajadores y programas de empleo de miseria para “paliar” los efectos. Nuevamente otra crisis se transforma en catástrofe para la clase obrera y el pueblo, mientras los accionistas son rescatados con el dinero público.
Chile hoy no posee características muy diferentes a la economía de 1980. Seguimos en una economía abierta, de una deuda privada creciente (que esta vez incluye a los hogares) y el peso de los grupos económicos y el imperialismo son aún mayores. En el mundo todos analizan grandes tormentas para el futuro ¿Llegará a Chile un escenario igual o peor que en 1982?
El verdadero fantasma al que le temen es el fantasma de las movilizaciones obreros y populares que se generaron con la crisis de 1982. Desde las marchas del hambre hasta la primera jornada nacional de protesta el movimiento de levantamiento contra la Dictadura fue encabezado por los mineros del cobre.
El gobierno de Piñera juega a la lotería con la pandemia. Y su formula para enfrentar la recesión es otra que rescatar las ganancias empresariales descargando la crisis sobre los trabajadores y el pueblo. Esa es la receta, tal cual lo hizo Pinochet previo y posterior a la crisis. Estos ataques si es que no los enfrentamos y los resistimos, significarán sufrimientos aún mayores. No podemos resignarnos a “apretarnos el cinturón” con la idea que mañana será mejor, porque no será así. La crisis de 1982 muestra que si no pagan ellos la crisis que se viene, seremos nosotros quienes la pagaremos.
Si queremos cambiar la historia y que la crisis la pagan sus responsables, son necesarias medidas de urgencia: la suspensión del trabajo en empresas no esenciales para proteger a la clase obrera de la crisis sanitaria, la centralización del sistema sanitario y la reconversión de la economía en función de las necesidades sociales para enfrentar la pandemia actual. Frente a esta crisis y los intentos de descargarla sobre nuestros hombros, hay que prohibir los despidos y exigir un salario mínimo igual a la canasta básica familiar. Se trata de la preservación de la vida de la clase trabajadora. Como señala el revolucionario ruso León Trotsky “Si el capitalismo es incapaz de satisfacer las reivindicaciones que surgen infaliblemente de los males por él mismo engendrados, debe morir”.
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