Paula Molina
Chile, para BBC Mundo
Última actualización: Domingo,
15 de septiembre de 2013
Fulton, en el centro, y
Somerville, a la derecha, lideraron e inspiraron la huelga en solidaridad con
los chilenos, al otro lado del planeta (foto: cortesía Felipe Bustos).
Bob Fulton tiene 90 años y
contesta la llamada de BBC Mundo con la ayuda de su yerno. Es la primera vez
que se contacta con Chile, el país por el que cuatro décadas atrás arriesgó su
puesto en la planta de Rolls Royce en la pequeña ciudad escocesa de East
Kilbride.
Fulton se enteró en la iglesia
y por su sindicato del golpe militar chileno.
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Sabía que los Hawker Hunter,
los cazabombarderos británicos que Chile había adquirido en 1967, habían sido
utilizados en el bombardeo a La Moneda en 1973.
Con esos datos, y argumentando
motivos morales y religiosos, cuando Fulton vio sobre su mesa el motor de uno
de los Hawker Hunter chilenos que llegaba a mantenimiento, abandonó su puesto
de trabajo.
"Cuando vi el motor pensé
dos cosas", recuerda Fulton en conversación con BBC Mundo. "Una fue
que en Chile habían pasado cosas terribles y, la otra, que trabajadores como
yo, seres humanos como yo, estaban siendo exterminados, si esa es la palabra.
Eso me impulsó".
"Las imágenes de los Hawker Hunter sobre
el palacio presidencial (chileno) eran horrorosas, especialmente para nosotros,
que reconocimos los aviones. Parecía irreal que eso hubiera pasado.
Especialmente cuando tú sabes que has trabajado en esos motores, que son
motores hechos para la guerra y ves dónde terminaron"
Robert Sommerville, trabajador
escocés
Fulton informó al sindicato.
Dos trabajadores, Robert Somerville y John Keenan entre ellos, buscaron los
demás motores. El sindicato decidió emular el ejemplo de Fulton y comenzó una
compleja negociación con la compañía.
Desde Escocia, Somerville
recuerda que Rolls Royce reaccionó en shock.
"Todo empezó cuando
Fulton se negó a trabajar en los motores y nosotros lo apoyamos. El suyo era un
acto moral y el nuestro era político", le cuenta Somerville a BBC Mundo.
"Para la Rolls Royce era
complejo, pero la empresa calculó que no podía desafiar nuestra decisión,
porque eran proveedores de la Fuerza Aérea Británica y no podían arriesgarse a
un paro. Así que acordamos que los motores chilenos quedarían a un lado y se
continuaría con los demás trabajos".
Los
motores desaparecen
¿Qué pasó con los motores
después de 1975? La historia no es clara y los recuerdos de los trabajadores no
coinciden, pero el documentalista belga-chileno Felipe Bustos intenta
reconstruirla en un documental recién estrenado en Escocia, "Nae
pasaran".
Los trabajadores tenían
noticias de lo que ocurría en Chile por la vía de la iglesia y el sindicato.
"Ellos contaron ocho
motores en la planta. Cuatro se fueron a Chile en 1975, Rolls Royce los alcanzó
a sacar de forma oficial. Pero otros cuatro se quedaron ahí".
Según Robert Somerville, los
trabajadores recibieron el apoyo de los demás sindicatos y algunos políticos
locales, pero a medida que el tiempo empezó a pasar, la presión por resolver el
destino de los motores aumentó.
"Entonces decidimos
ensamblarlos y dejarlos en un patio, para que todos pudieran verlos y nosotros
supiéramos donde estaban. Y como un símbolo de lo que pasaba en Chile
también", cuenta el dirigente.
Tres años más tarde, el caso
había llegado a la justicia británica, que determinó que los motores tenían que
ser devueltos a sus dueños, la aviación chilena.
"Ellos están seguros de que los motores se
habrían dañado tras el tiempo a la intemperie, y que no habría tenido sentido
transportarlos a Chile (...) Creo que pensaban que yo descubriría que los
motores estaban en el fondo del Atlántico, y fue un poco duro para ellos cuando
supieron la verdad"
Felipe Bustos, documentalista
"Nos negamos. Pero pasaron
varios meses y un fin de semana, a fines de agosto, después de un partido de
fútbol, los motores desaparecieron. Por gente de seguridad supimos que los
habían sacado muy temprano. Nunca supimos que pasó con ellos", dice
Somerville.
Bustos asegura que en octubre
de 1978, tres meses después de que desaparecieran de East Kilbride, la Fuerza
Aérea chilena reportó que las piezas ya estaban en su poder. Los Hawker Hunter
fueron dados de baja en 1995.
"Ellos están seguros de
que los motores se habían dañado tras el tiempo a la intemperie, y que no había
tenido sentido transportarlos a Chile, que los habían lanzado al mar",
dice el documentalista.
"Creo que pensaban que yo
descubriría que los motores estaban en el fondo del Atlántico, y fue un poco
duro para ellos cuando supieron la verdad".
"Pero tuvieron un fin
para su historia, eso fue importante. Por primera vez pudieron contar su
historia y además descubrieron a una comunidad más joven que les agradece mucho
lo que hicieron", añade.
Nuevas
generaciones
Tras la protesta de los
motores, Robert Somerville creó un lazo particular con la nación suramericana.
Siguió trabajando en el Comité
de Solidaridad con Chile, que en los años siguientes, y gracias a las
negociaciones con el Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados,
contribuyó a que el Reino Unido aceptara a tres mil refugiados chilenos.
Cinco familias chilenas
llegaron a East Kilbride y la nieta de una de ellas hoy juega para la selección
femenina de fútbol escocés, cuenta Somerville con orgullo.
"Las imágenes de los
Hawker Hunter sobre el palacio presidencial eran horrorosas, especialmente para
nosotros, que reconocimos los aviones. Parecía irreal que eso hubiera pasado.
Especialmente cuando tú sabes que has trabajado en esos motores, que son
motores hechos para la guerra y ves dónde terminaron", dice Somerville.
A sus 77 años, Somerville
reflexiona sobre el valor de un gesto que para una gran mayoría, paso casi
desapercibido.
Los trabajdroes decidieron
dejaron los motores en el patio, como cuentan en el documental de "Nae
Pasaran" (foto: cortesía Felipe Bustos).
"El bloqueo de los
motores le mostró a nuestra comunidad lo que había pasado en Chile. Dos
familias chilenas se quedaron aquí, y ya hay una tercera generación que agradece
lo que hicimos. Haberlos visto crecer aquí ha sido grandioso".
Manuel Ocampo es uno de los
chilenos que llegó a Escocia gracias a las gestiones que realizaron los
sindicatos. A nombre de los trabajadores, el parlamentario escocés Jeremy Bray,
le ofreció ayuda cuando estaba condenado por la Justicia Militar en la cárcel
de Chillán. Ocampo relata que llegó a Escocia en 1977.
"Cuando estaba detenido
en la cárcel de Chillan me llegó una carta de un parlamentario escocés quien,
en nombre de los sindicatos escoceses que estaban interesados en mi situación,
deseaba apadrinarme. Ellos hicieron las gestiones necesarias para conseguir mi
libertad y enviarme una visa para emigrar al Reino Unido", relata.
Además, le dijeron que si una
vez llegara al país "sentía que Escocia y su gente eran de mi agrado,
ellos me ayudarían a 'echar raíces' y así sucedió", añade.
"Le deseo a los chilenos lo mejor (...)
Que persigan lo que quieren y lo que quieren que Chile sea. La fuerza no
consigue nada. Al final del día, hay negociar, buscar acuerdos. Siempre habrá
que volver, tomar lo que queda y empezar de nuevo"
Bob Fulton, impulsor de la
huelga
Para Felipe Bustos, su
documental sobre la protesta cumplió dos metas: exponer un pedazo de verdad y
devolverle, en cierta forma, el gesto a aquellos trabajadores de Rolls Royce.
"Esto es una forma de
agradecerle a gente que no tenía por qué meterse con lo que pasaba en
Chile", dice.
"Ellos no ganaron mucho
con lo que hicieron -reflexiona-, pero para la gente que tuvo que salir de
Chile con tanto apuro, que tuvo que forjar una identidad en un nuevo paisaje
distinto y con un nuevo idioma, y para mi generación, gente que nació como
extranjero en su propio país, yo quería dar gracias a todos los que ayudaron a
facilitar un poco ese proceso".
"Todavía creo que ningún
ser humano tiene derecho a tomar la vida de otro", dice Bob Fulton, el
obrero que inició la protesta por Chile en la Rolls Royce. Recuerda las guerras
que ha visto y vivió, en una carrera que inició haciendo la mantención para los
tanques británicos en la segunda guerra mundial.
"Le deseo a los chilenos
lo mejor", dice en la primera entrevista sobre el tema. "Que persigan
lo que quieren y lo que quieren que Chile sea. La fuerza no consigue nada. Al
final del día, hay negociar, buscar acuerdos. Siempre habrá que volver, tomar
lo que queda y empezar de nuevo".
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