A manera de introducción
El 20 de diciembre de 1973 mueren fusilados por sentencia de Consejo de Guerra, dos militantes comunistas: Irán del Tránsito Calzadillas Romero, 22 años, obrero de Fiap Tomé y Fernando Humberto Moscoso Moena, 20 años, estudiante de Ingeniería de Ejecución en Madera de la Universidad Técnica del Estado(UTE) en Concepción.
Ambos fueron condenados a la pena máxima por el Consejo de Guerra Rol Ancla 5, de fecha 16 de diciembre de 1973, instruido por la Armada, que afectó a 52 personas, entre ellas un grupo de niños tomecinos, los cuales fueron conocidos al interior de los centros de detención y tortura de Talcahuano como “Los Patos Malos”.
Uno de ellos Víctor Leandro Cortez Cortez, de tan solo 16 años escribió un cuaderno que nos fue hecho llegar a Resumen.cl , hace solo unos días, donde relata los tormentos a los cuales fueron sometidos este grupo de niños en la Comisaria de Tomé, Base Naval de Talcahuano, Isla Quiriquina y Cárcel Publica de Talcahuano.
Víctor sobrevivió a la tragedia pero jamás se pudo reponer de la ejecución de su amigo Fernando Moscoso Moena, motivo por el cual posteriormente se suicidaría.
A continuación la transcripción literal de este cuaderno, además de algunas imágenes de este:
Memorias de un Ex Convicto
Chile, 11 de septiembre de 1973. El gobierno legítimamente constituido encabezado por el primer ministro Salvador Allende Gossens (Q.E.P.D.) es víctima de un pronunciamiento militar en la madrugada del día ya mencionado anteriormente. La casa de gobierno es víctima de un intenso bombardeo por aviones de la Fuerza Aérea de Chile (FACH) y efectivos del ejército. Según versiones, el presidente chileno hizo caso omiso a las órdenes de rendición y evacuación del edificio, y fue acribillado a tiros por las armas traidoras, otros dicen que se suicidó con un arma que le obsequió su colega, el primer ministro de Cuba, Fidel Castro. Desgraciadamente, aun no sé cuál es la verdad.
Tenía yo alrededor de 16 años, en ese entonces, en que el país era sometido a una dictadura militar, se dictaban bandos a cada momento. Comenzó a regir el toque de queda en todo el país, se veía bastante ajetreo de tropas militares en allanamientos, registros a toda persona que se encontraba en la vía pública, buscando armas que podían ser usadas en su contra, enfrentando a grupos armados que pese a todo se resistían a la realidad de los sucesos.
Personalmente me impactó mucho cuando me enteré de la triste noticia, pues sin tener ninguna filiación política, ni ser simpatizante de ningún partido político, era un admirador del Sr. Allende, era para mí como un ídolo. Supe también que murieron muchos simpatizantes de este Sr. Allende a lo lardo del país, que cayeron bajo las balas militares en enfrentamientos armados.
El país se encontraba en “Estado de Sitio” en “Tiempo de Guerra” cuando un gran amigo mío, digo “gran” porque éramos como hermanos desde pequeños, jugábamos, crecimos juntos, éramos vecinos y nos teníamos mutua confianza. Me pidió siempre y cuando yo quisiese, lo acompañara junto a varios muchachos de nuestro sector a un lugar en que se encontraban escondidos una gran cantidad de explosivos, entre ellos: cartuchos de dinamita, tarros de fulminantes, varios rollos de mecha, etc, y yo acepté encantado, sin preguntar siquiera para dónde se llevarían, qué harían con ellos, si los utilizarían, dónde, contra quién, a pesar de que algo me imaginaba.
Mi amigo del que hoy hablo era dirigente del Partido Comunista y le encantaban las actividades políticas, y partimos esa misma noche en que se me hizo la propuesta, íbamos como ocho muchachos, todos conocidos del barrio, subimos a un cerro un poco retirado del pueblo, ya en vigencia el toque de queda nos separamos en parejas, y nos encontramos en un lugar acordado por nosotros. Llegamos al lugar en que se encontraban los explosivos, algunos muchachos llevaron bolsones que llenaron con explosivos y trasladamos todo y lo escondimos en otro lugar un poco más cercano a la ciudad, y ahí quedó todo. Preparamos el regreso a casa, pero antes me até diez cartuchos de dinamita a mi cinturón, dos o tres me imitaron y regresamos a casa al rededor de las una de la madrugada del día venidero. Nos separamos y antes de llegar a la población mi amigo, yo y otro muchacho más, estuvimos a punto de ser sorprendido por una patrulla naval que pasaba en esos instantes en un vehículo motorizado; retrocedimos y nos paramos tras unos árboles, el vehículo entonces se detuvo frente a nosotros, Y ahí me di cuenta de la gravedad del problema que me había metido, sentí miedo, me tocaba los explosivos que llevaba en el cinturón. Un viento frío corría por mi espalda. Quería deshacerme de ellos y gritar “no disparen”, pero pensé muchas cosas en ese momento que nada hice, no me movía, apenas respiraba, fue algo así como tres minutos, que me pareció una eternidad. Después, el vehículo continuó su marcha, nunca supe qué fue lo que hizo que se detuviera. Esperamos un rato, nadie se atrevía a salir de su escondite, finalmente, venciendo el miedo, salí yo, sigilosamente caminé hasta la calle, observé para todos lados. Al percatarme que no se veía nada ni nadie, hice una seña a los demás para seguir. Caminaba yo adelante, llegaba casi a mi destino cuando vi una sombra que se me ocurrió a un Infante de Marina con un fusil sujeto por las dos manos, al verlo abrí los ojos de forma desacostumbrada y quedé paralizado, con un movimiento casi maquinal, giré la cabeza para ver a mis amigos, estos habían visto también una silueta frente a mí y se escondieron inmediatamente. Luego, la figura obscura me dijo con una voz que me pareció amabilísima: “apúrate viejo que ya llegamos”. Comprendí al conocer esa voz y al ver más de cerca su cara; se trataba de uno de los muchachos que había llegado primero que nosotros [y] sostenía un madero entre sus manos.
Llamé en voz baja a mis compañeros que aparecieron inmediatamente sin temor al ver que conversaba casi familiarmente con la repentina aparición de este sujeto que nos informó que estaban preocupados por nosotros, pues habían sentido el ruido del vehículo y además la tardanza nuestra.
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