
Fernando Cortés Tello Subdirector Unidad de Salud Pública DFTS U.Central sede Región de Coquimbo
El 1 de diciembre, en el marco
del Día Mundial del SIDA 2025, la OPS convocó a una “Alianza para la
eliminación del VIH en las Américas”, con la meta de avanzar hacia cero
muertes, cero infecciones nuevas y cero estigmas. Es un llamado que trasciende
la Salud Pública y la epidemiología: exige voluntad política, educación sexual
integral, derechos humanos y una comunidad consciente de que el VIH es también
un problema social.
La vulnerabilidad al VIH nace en
los determinantes sociales: pobreza, educación sexual insuficiente, desigualdad
de género, discriminación y acceso limitado a salud. Estas brechas condicionan
el riesgo, retrasan el diagnóstico y dificultan la adherencia al tratamiento.
En Chile, los avances conviven con deudas pendientes. El Instituto de Salud
Pública reportó 4.327 nuevos diagnósticos en 2024, la cifra más baja desde
2015. Es un descenso significativo, pero insuficiente frente al hecho de que
cerca de un 30 % de las personas que viven con VIH no está en tratamiento
antirretroviral, lo que perpetúa el riesgo de progresión a SIDA, mayor
mortalidad y transmisión evitable.
El patrón epidemiológico
persiste: la mayoría de los nuevos diagnósticos corresponde a hombres jóvenes
entre 25 y 34 años, un grupo que sigue enfrentando barreras culturales, temores
y un estigma que asfixia más que el virus. Mientras no derribemos la vergüenza
y el miedo que viven en profundo silencio, ese que nace en la familia, en la
escuela, en la universidad, en el trabajo, el número de contagios no caerá.
Por eso, la Alianza propuesta por
la OPS debe traducirse en acciones concretas: testeo accesible, tratamiento
garantizado y oportuno, educación abierta y científica, y sobre todo, en una
batalla frontal contra la discriminación. Vivir con VIH no es una condena; es
una condición crónica completamente controlable cuando se dispone de
tratamiento continuo y apoyo social. Una carga viral indetectable significa no
transmitir el virus: un triunfo silencioso que debe ser política pública, no
privilegio.
Para 2025 y más allá, el desafío
es ético antes que técnico: construir un Chile donde nadie tema hacerse el
test, donde nadie abandone su terapia, donde la comunidad sostenga a quienes
viven con VIH y donde eliminar el virus sea tan importante como eliminar el
estigma.
La historia del VIH ha sido una
trama de dolor, resistencia y aprendizaje. Desde la bioética, exige justicia,
respeto y autonomía: que el futuro sea, por fin, una historia de dignidad,
donde el cuidado venza al estigma y cada vida sea reconocida en su valor pleno.
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