El reciente triunfo del ultraderechista José Antonio Kast abre un nuevo ciclo político que pone en riesgo las conquistas sociales alcanzadas durante toda la postdictadura, las cuales no ocurrieron de la noche a la mañana, sino que fueron producto de décadas de organización, construcción de propuestas y tensiones que siguen vigentes.
Tras 12 años de campaña, el pinochetismo logró ser electo para entrar por la puerta ancha al palacio de La Moneda sin fuego ni sangre. Esta vez, se instalaron entre banderas, himnos y aplausos de la clase política-empresarial, y de una mayoría de la población que votó por este camino.
Durante décadas, la indignación, frustración, desigualdad e individualismo se han ido acumulando en lo profundo de la población, siendo utilizados por sectores políticos para su propio beneficio. Así, constituyéndose como un bastión del neoliberalismo, el “ráscate con tus propias uñas” ha sido parte de este proceso de fragmentación.
Por otro lado, el actual gobierno, encabezado por una articulación de sectores autoproclamados como progresistas y centro-izquierdas neoliberalizadas, han sido parte de este entramado que no buscó dar una salida oportuna ni transformadora a un modelo que viene haciendo agua desde hace décadas. Por el contrario, ha sido uno de los responsables de esta deriva en la que nos encontramos, allanando el camino para pasar la posta a la administración de Kast.
Las consignas del ecologismo, el feminismo y la defensa de los derechos sociales fueron renunciadas luego de asumir la administración del país, refugiándose en políticas públicas que, si bien han avanzado medianamente en los derechos de la población, han fortalecido un modelo de miseria, y que bajo un nuevo gobierno podrá utilizar todos los instrumentos necesarios -como la amplia agenda de fortalecimiento de la represión mediante más potestad a policías y militares gestada bajo el gobierno de Boric- para profundizarlo.
Por su parte, la derecha chilena -vinculada a proyectos políticos nacionales y transnacionales- ha aprovechado este momento y la indignación que no se canalizó en triunfos concretos y profundos tras el Estallido Social. De este modo, logró recomponerse y correr el cerco en el ámbito institucional, triunfando con un discurso vacío, sustentado en botas militares y policiales, inversión desregulada y recorte a derechos sociales.
Asimismo, desde las organizaciones es necesario ser autocríticos. La construcción de agendas políticas que tengan una férrea relación con las comunidades y constituyan alternativas que aglutinen a diversos actores de la población, es un proceso que no ha sido priorizado tras el inicio de la pandemia del Covid-19. Las fragmentaciones y tensiones internas, mantenerse en la comodidad de círculos que pensamos igual o entramparse en falsas soluciones y en discusiones teóricas que no llegan a puertos concretos, son parte de los amplios elementos que nos han alejado de afrontar el ciclo político que se está cerrando.
Y es que lo socioambiental no ha estado exento de esta dinámica, en la que se ha promovido su despolitización para priorizar aspectos abstractos, superficiales y que, incluso, responden a la misma alianza público-privada que ha propiciado el extractivismo. Una estrategia que trae miseria e impactos profundos a la vida de la población y de la Naturaleza.
Hoy, nos encontramos ante un nuevo escenario político donde la aceleración de cuestionadas inversiones, la privatización y mercantilización de la Naturaleza, la regresión político-ambiental y la criminalización de quienes defienden los territorios y denuncian la corrupción, podrían ser parte del día a día.
Ante esto, como OLCA reafirmamos que la única manera de afrontar esta situación es desde lo colectivo. De ahí que la resistencia, por sí sola, no es suficiente, sino que también debe considerarse como un proceso de reconstrucción política y social, rearme de espacios de encuentro y construcción de exigencias en cuyo centro esté lo comunitario. A su vez, es urgente, reposicionar una agenda socioambiental que no reniegue de los aprendizajes de nuestras Historias y asuma los compromisos y desafíos que enfrentamos ante el rápido avance de una transición energética corporativa, abrazada por esta y la siguiente administración del país.
De igual forma, seguiremos trabajando con el mismo propósito que nos vio nacer: acompañando a comunidades locales y organizaciones sociales -que en un contexto de profunda asimetría, enfrentan proyectos devastadores en sus territorios-, así como promoviendo la participación y construcción de alternativas que pongan en el centro la justicia social, ecológica y climática.
Ante un camino pedregoso; debemos cuidarnos, articularnos y seguir.
Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales OLCA

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