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Vieja chica, guatona, fea, horripilante, flaite, picante, rota, asquerosa. Estos son solo algunos de los calificativos que se repiten en redes sociales y comentarios en medios de comunicación para referirse a Nelly Díaz, la presidenta de la Asociación Nacional de Funcionarios del Registro Civil, quien ha liderado el paro de la institución que ya cumple un mes.
Son las voces de ese Chile que mira por sobre el hombro a la “otredad”, al moreno, al peruano, al boliviano, al “distinto”, al que no piensa como uno; la versión actualizada de aquellos a los que Los Prisioneros les cantaban ¿Por qué no se van?; son los que miran a través de los ojos de tipos como Kike Morandé.
A estos les interesa el otro solo en la medida en que éste les sea funcional a sus intereses. Como hace el animador de MEGA -quien ha declarado públicamente su homofobia- cuando incluye en su programa a supuestos “personajes” para exponer su diferencia y particularidades frente a la risa y la burla de su fiel público. Enanos, transformistas, señoras mayores buenas para el garabato, imitadores de peruanos, otros que parodian a los gays, sujetos con problemas de lenguaje, entre varios otros, son parte del “circo” que intenta montar Morandé.
Mirar con sus ojos es querer ocultar el desprecio hacia lo diferente diciéndole colita al gay e indiecito al mapuche, para luego rotear y descalificar como patrón cuando el fundo no está produciendo.
Lo hacen desde el anonimato que dan las cuentas en redes sociales. O medio agachado entre un grupo de gente en un concierto. O, por el contrario, desde esa supuesta legitimidad que les da estar frente a una cámara de televisión o con un micrófono de un canal en la mano.
Ocurrió con aquellos sujetos que ocultos en el público de Lollapalooza creyeron ofender a la cantante Ana Tijoux gritándole “cara de nana”. Lo mismo hizo la ex actriz y comentarista de farándula, Francisca Merino, cuando se refirió a ella durante un programa de Chilevisión como “resentida” y “bonita. Cara de nana, pero bonita”. O cuando Claudio Fariña de TVN se obsesionó con ridiculizar a los transformistas en su nota de una Marcha por la Diversidad. O cuando un periodista de MEGA se burló del asesor de prensa de Camila Vallejo por una evidente discapacidad visual.
Es también en parte el legado de aquel mito que decía que éramos “Los Jaguares de Latinoamérica”. Ese arribismo que echa a pelear el auto, la casa, el título, el colegio de los niños y hasta la raza del perro con el vecino del barrio. Una incontinencia verbal a la hora de descalificar al otro por su origen, por su condición sexual, por lo que no tiene, por su apariencia. Un estado esquizofrénico que va de las lágrimas frente a la transmisión de la Teletón a los insultos a una persona como Nelly Díaz porque -junto con no estar de acuerdo en sus planteamientos- me parece fea, flaite, rota.
Finalmente, es el salvavidas frente al fracaso del discurso, frente a la incapacidad argumentativa. Porque cuando se sabe poco, se descalifica mucho.
Por Daniel Labbé Yáñez
Tomado en El Ciudadano
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