Como sacado de un guion de teleserie, de esa teleserie popular en los noventas llamada “sucupira”. Esa teleserie cuya trama principal, trata sobre un alcalde que no puede inaugurar el cementerio, porque nadie fallece. Y, aunque en público el líder comunal no lo expresa, cuando está en privado, lamenta profundamente no tener un solo entierro que poder llevar a cabo. En otras palabras, está desesperado por tener un muerto que enterrar en su cementerio. Llega al punto de decretar una cuarentena, por una extraña epidemia que azota al pueblo, deseando, en lo más íntimo, que alguien se agrave y que fallezca, para así inaugurar el cementerio municipal. Todo esto ocurre, por cierto, en un pequeño pueblo, muy similar en tamaño quizás a Quirihue, San Fabián, o incluso, muy similar a Ñiquén.
Al igual que en esa adelantada teleserie nacional, en los últimos días, hemos sido testigos de la gran cantidad de comunas que entran en cuarentena, debido al avance del COVID-19. Comunas enteras deben quedarse en casa hasta que termine la a veces, interminable cuarentena. ¿Quién diría que una teleserie de los años 90, nos mostraría lo que pasaría en nuestro país, más de 20 años después?
Y es que claro, así como la epidemia de sucupira era real, también lo es el COVID-19, ambos casos son perfectamente reales (entendiendo que uno, el de sucupira, forma parte de una teleserie), y ambos, paradójicamente, nos llevan al plano político. El alcalde de Sucupira, hará todo lo posible por inaugurar el cementerio del pueblo. Y hoy, en Chile, pareciera ser que no son pocos los líderes políticos, que les vino muy bien esta pandemia. Y desean en lo más íntimo, que las cuarentenas lleguen pronto a sus respectivos pueblos. Porque claro, corren tiempos complejos para la escena política: aún no se acallan las voces que gritaron “Chile despertó”. Y el que Chile (la sociedad, la gente) haya despertado de una larga siesta, resulta incómodo para algunos líderes políticos, puesto que saben que las personas ya no se calman con la caja de mercadería que instrumentaliza la participación, ni tampoco les basta la camionada de ripio semanas antes de las elecciones. No, hoy la comunidad exige mejor gestión, más transparencia, participación real y mejor manejo de los recursos públicos. Y en este escenario, lo mejor que les puede pasar a ciertos líderes, afectados por el “síndrome Sucupira”, es una cuarentena. Así la gente de manera obligada, se debe quedar en casa, postergando muchas veces, sus reclamos y demandas.
Ahora bien, bien valdría la pena recordar a aquellos líderes afectados por el síndrome sucupira, que una cuarentena es algo real y de cuidado para la comunidad. ¿Cómo sobreviven los pequeños comerciantes de la comuna afectada por cuarentena? ¿Cómo se las arreglan los pequeños agricultores sin poder dedicarse a sus cosechas? ¿Qué pasa con todas esas personas que viven solas, o son adultos mayores? Junto con la cuarentena, debería desplegarse toda una política comunal de apoyo: a los pequeños comerciantes, pequeños agricultores, asistencia social de calidad. Esto, ya que sabemos que las/os más pobres, no pueden quedarse en la casa esperando ayuda, deben salir a ganarse el sustento diario.
En este contexto entonces, no está de más recordar el final de la famosa teleserie Sucupira, Federico Valdivieso, alcalde del pueblo, trama un plan para recuperar la popularidad que había perdido producto de su mal manejo municipal. El plan consistía en que le disparan para fingir un atentado y así, volverse popular, pero las cosas no salen de acuerdo a lo planeado y la bala termina impactándolo de lleno, falleciendo en el lugar. Así, por fin el pueblo pudo inaugurar el cementerio municipal, con su propio líder.
Para terminar, creo que los líderes políticos nacionales, deberían ver esta teleserie de los años noventa, para poder sacar poderosas lecciones en cuanto al manejo de esta pandemia. Cualquier intento de sacar ventajas del dolor ajeno, o de utilizar las cuarentenas solo para controlar las críticas, buscando con esto posicionarse localmente, figurar o recobrar popularidad, puede traer consigo el efecto contrario. Si, puesto que la comunidad ya no cree en montajes ni shows mediáticos, en todas partes de nuestro país, la comunidad está demandando una nueva forma de hacer política y, aun estando en cuarentena, exigirán sus derechos, hasta la dignidad se haga costumbre.
Por Cristian Gutiérrez T.
Historiador
Candidato a Concejal por Ñiquén
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