Lo que vemos en los debates de la Convención Constitucional es la mejor expresión de la de las fuerzas sociales comprimidas desde hace más de treinta años en colisión con los poderes políticos también vigentes por aquellos periodos. La expresión popular emergente, las identidades colectivas, los repertorios culturales canalizados en sus representantes en una fricción sin solución contra los y las delegadas de las elites y las oligarquías. Dos mundos estrellados, un choque cuya máxima revelación ha sido la incapacidad de concitar acuerdos. Vemos la articulación de los nuevos artículos constitucionales votados y refrendados por más de dos tercios de la Convención y también a la vieja derecha enclaustrada en la defensa de la actual constitución que al constatar su minoría acude al berrinche, la descalificación, a patear el tablero.
El espectáculo que monta cada día la derecha en la Convención es vergonzante. Está desnuda en su carencia de argumentaciones, en su articulación social, en su clausura. Está allí para rechazar toda propuesta que altere el statu quo, que es la estructura política y económica cristalizada en la actual constitución neoliberal. Una defensa sin concesiones al régimen vigente, pese a sus grietas evidentes.
La debilidad argumental ante el torrente de ideas y propuestas de las identidades colectivas nos devuelve la desnudez más obscena de la derecha chilena, aquella que está dispuesta a al uso de cualquier herramienta para defender lo que es indefendible con argumentaciones científicas o políticas.
Hemos oído discursos primitivos, inspirados y pergeñados, podríamos decir, por la retórica repulsiva de un Sergio Onofre Jarpa o de un Jaime Guzmán. Como la convencional Katherine Montealegre que comparó las discusiones sobre la propiedad con “el mayor robo del siglo XX”. ¿Cuál fue, nos preguntamos con curiosidad? La reforma agraria de Salvador Allende.
La derecha se ha quedado sin argumentación. ¿Alguna vez la tuvo? Sus declaraciones buscan ahora otro objetivo. Las intervenciones en la sala, todas, sin excepción, están dirigidas hacia un receptor ausente que debe en su debido momento rechazar la propuesta de constitución. En este proceso, que no es otro, escuchamos discursos de retórica básica, llena de esas insoportables locuciones, modismos y gestos de desprecio al intelecto utilizados por la oligarquía y sus funcionarios. Llena de mentiras. En medio de este trance histérico son incapaces de ocultar o matizar su menosprecio a los pueblos originarios y su endémico racismo. En esta vorágine de furia y transparencia, oligarcas como Hernán Larraín Matte o Marcela Cubillos parecen moderados.
Sin inteligencia y razonamiento, lo que queda en el aire es el prejuicio levantado como “sentido común” para la defensa de sus privilegios. Qué bien representado este discurso en convencionales como la republicana Ruth Hurtado, o Rocío Cantuarias, hija del exsenador UDI Eugenio Cantuarias y exalcalde designado por la dictadura en Talcahuano. O también por Alfredo Moreno, hijo del exministro de Piñera. Este Moreno constituyente, por cierto otro miembro de la UDI presente en la sala en traje de huaso, es presidente de los dueños de caballos chilenos y su tarea en la convención ha sido defender al rodeo.
La inefable Teresa Marinovic se supera cada día a sí misma. Toda referencia y descripción a la representante de los republicanos por el distrito 10 se quedará corta y será insuficiente. Marinovic ya no tiene ni límites ni pudor. Mentir e insultar sin filtros, despreciar y salpicar odio a toda diferencia. Un pensamiento limítrofe para defender conceptos e ideas perdidas hace un par de siglo bajo la historia.
La derecha ya tiene su objetivo en la mira, y es la propuesta de nueva constitución. Reaccionaría, retrógrada y nostálgica, despliega toda su artillería de forma coordinada para llamar al rechazo. Sus constituyentes ya perdieron la batalla al interior de la Convención. Ahora queda la campaña clásica en los medios de comunicación y, acaso, en las calles. Una muestra es la portada de este jueves de LUN. Para el consorcio Edwards no son suficientes El Mercurio y La Segunda en esta batalla, ahora puso también a la farándula en el frente.
Por Paul Walder
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