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A 50 AÑOS DEL GOLPE CÍVICO MILITAR SEGUIMOS EN LA SENDA DEL PODER POPULAR, LA REVOLUCIÓN Y EL SOCIALISMO

 Desde la Organización Comunista Revolucionaria OCR, por medio de la presente publicación buscamos ser un aporte en las reflexiones a propósito de los 50 años del golpe cívico - militar en Chile, momento en el cual se pone fin al modelo desarrollista abriendo paso al neoliberalismo, que representa una actualización y profundización del sistema capitalista principalmente referido a la concentración de monopolios, disminución de las facultades del estado, externalización y mercantilización de derechos y servicios sociales básicos, precariedad y flexibilidad laboral, etc.



Nos resulta fundamental comprender el proceso tomando en consideración cuatro aspectos, a saber: a) la situación del movimiento comunista internacional y como este influyó en el proyecto de la Unidad Popular; b) la caracterización de la Unidad Popular como proyecto reformista; c) las contradicciones que se generaron en la concepción del poder popular; d) el rol, posición y capacidades desarrolladas por el campo popular y revolucionario. Desde luego estos elementos se encuentran interrelacionados y es imperioso considerarlos para recoger los aprendizajes que dejan y así asumir los desafíos actuales para la concreción del poder popular, la revolución y el socialismo.

Entre los años 50´ y 60´ en Chile se da un proceso de acumulación de fuerza social en donde la clase trabajadora y el pueblo desarrollan una serie de luchas, reivindicaciones y organizaciones populares que demuestran un proceso de avanzada del campo popular que decanta en el surgimiento del gobierno de la Unidad Popular como apuesta de institucionalización del ciclo. Esta salida institucional se ve sostenida por la influencia del revisionismo instalado en los debates del Movimiento Comunista Internacional a través de la tesis de coexistencia pacífica promovida por el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), con Jrushchov a la cabezaTras la muerte de Stalin, el PCUS celebró en 1956 su XX Congreso. Dicho evento representa el giro hacia el revisionismo en el cual se establece que, gracias a la consolidación de un campo socialista posterior a la Segunda Guerra Mundial y el fortalecimiento de las democracias liberales en Occidente, el capitalismo se encontraba debilitado, lo cual permitiría sostener una coexistencia pacífica entre ambos sistemas.

Es importante considerar que, durante ese mismo período, se asiste a una pugna a nivel mundial. Por un lado, la hegemonía entre el proyecto capitalista representado por Estados Unidos, y el socialista representado por el bloque Soviético-chino, y a la vez, dentro del campo socialista y comunista se dan grandes enfrentamientos entre el revisionismo y la línea proletaria. Esa lucha se encarnó inicialmente al interior de la URSS y posteriormente entre China y la URSS.

El revisionismo debe su nombre a la idea de “revisar” la obra de Marx, cuyo objetivo es poner en cuestión algunos de sus pilares fundamentales, ejemplo de ello es la distorsión de la concepción marxista del Estado en donde se abre la posibilidad de que los partidos socialistas formen parte de gobiernos burgueses y apliquen una política imperialista.

La política de coexistencia pacífica niega explícitamente la tesis de Lenin respecto a la inevitabilidad de la guerra, sosteniendo que en un mundo que supuestamente ya no es dominado por el imperialismo, y donde existe una importante fuerza interesada en el mantenimiento de la paz (representada por el campo socialista), esta dejaba de ser una tendencia inevitable. La idea de múltiples caminos al socialismo, es una de las principales orientaciones para el movimiento comunista internacional. Según esta idea, el nuevo escenario de paz planteaba la posibilidad de encontrar nuevos caminos pacíficos a través de los cuales los países podían transitar hacia el socialismo.

Este hito marcaría el punto de partida del mayor proceso de divergencia al interior del movimiento comunista internacional, el cual culminaría con la ruptura chino-soviética. Serían precisamente las tesis maoístas quienes pronunciarían la primera voz contestataria a través de la carta de los 25 puntos, encabezando las fuerzas anti-revisionistas.

Gran parte de los partidos comunistas a lo largo del mundo acaban por asimilar las orientaciones revisionistas provenientes de la Unión Soviética. De modo similar a lo ocurrido entre el Partido Comunista Soviético y el Partido Comunista Chino, los sectores anti-revisionistas de diversos países acaban rompiendo con sus respectivos partidos de origen. Al calor de dicho proceso, una escisión maoísta del falso Partido Comunista de Chile, quiebra y en 1966 nace el Partido Comunista Revolucionario (PCR). Este último daría la lucha ideológica contra las expresiones revisionistas que marcarían la pauta de la política chilena durante los años venideros.

La influencia internacional sumada a la tradición oportunista que acarreaba el falso Partido Comunista de Chile, influye directamente en el Programa de la Unidad Popular, un programa de carácter reformista cuyo máximo conductor fue dicho partido que, desde su etapa más temprana había demostrado serias deficiencias ideológicas, así como materializado una política oportunista en numerosas ocasiones, como fue la política de los Frentes Populares, cuya conducción acabaría siendo entregada a históricos partidos patronales como el Partido Radical. La vía chilena al socialismo no sería más que la continuación de esta tradición y una reproducción directa de las tesis impulsadas por el revisionismo soviético.

Tanto el Partido Comunista Revolucionario (PCR) como una facción del Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU) denunciaron que el proyecto de la Unidad Popular no pretendía la destrucción del Estado burgués, sino su ocupación pacífica, en un proceso en donde las masas se situaban como elementos de presión para ganar posiciones dentro del mismo, pero siempre bajo el paraguas de la institucionalidad, carentes de iniciativa y desarmadas ideológica y militarmente. Por tanto, este es un proceso que representa la disputa entre una burguesía burocrática que, mediante la construcción de un Capitalismo de Estado, tomaba la forma de empresas estatales y burocracia sindical, la cual desplazaba el dominio del imperialismo yankee en el país por el social-imperialismo soviético.

La vía chilena al socialismo se consagra como la aplicación de la política de coexistencia pacífica promovida por el revisionismo soviético. Así, la Unidad Popular como alternativa de institucionalización de las luchas del movimiento popular logra ilusionar a gran parte del pueblo, cumpliendo un rol de contención de la alternativa revolucionaria y plantea el colaboracionismo de clase como resolución de conflicto frente a la crisis.

La apuesta del programa consideraba medidas sociales en favor de la clase trabajadora y discursivamente se planteaba antiimperialista, sin embargo, desconocía que las contradicciones de clase terminan por definirse a través de la violencia, y con esto omitió el problema del poder, en particular, del Estado como instrumento político de dominación de una clase sobre otra, evitando la necesaria conquista del poder y la instalación de la dictadura del proletariado. A cambio, se sostiene en dicho estado, en la profundización de la democracia burguesa y la participación institucional como vehículo de las transformaciones.

Por otro lado, la implementación de las medidas del gobierno demuestra que el protagonismo y conducción no era de la clase trabajadora, sino que, de una facción de la burguesía, la local ante el “enemigo” imperialista. Medidas sobre todo económicas (área social de la economía, reforma agraria) no apuntaron al poder popular sino a la cogestión.

Respecto del campo revolucionario, el gobierno de la UP buscó su cooptación y domesticación, y si esto no daba resultado, no dudó en la persecución y criminalización, ejemplo de ello fue la ley de control de armas, que expresa por un lado, una posición “contrainsurgente” (por derecha y por izquierda), lo cual queda graficado en el discurso de Luis Corvalán (secretario general del Partido Comunista de Chile) “La ultraderecha y la ultraizquierda socavan la autoridad del gobierno para hacerlo fracasar”, en donde afirma que el enfrentamiento armado no es inevitable. Por otro lado, expresa también el claro distanciamiento de la vía revolucionaria para la conquista del poder. Persecución y torturas a miembros de la Vanguardia Organizada del Pueblo (VOP), crítica constante al MIR, son ejemplos de ello.

Pese a lo anterior, en dicho proceso se agudizan las contradicciones en el seno del pueblo y se comienza a enfrentar la apuesta por la participación institucional burguesa que promovía el gobierno. Si bien el gobierno de la Unidad Popular no tenía como objetivo la construcción de poder popular, es innegable que este fue un período de continuidad y avances importantes y profundos en la acumulación de fuerza social revolucionaria que se expresó en los niveles de organización alcanzados y en la generación de proyectos embrionarios de poder popular, los que forzaron al gobierno de la UP y comienzan a conflictuar con la institucionalidad reflejada en los partidos de gobierno y las estructuras sociales de apoyo (CUT por ejemplo). Esto es en parte, avance propio de las masas organizadas, e influencia del campo revolucionario en su accionar político, sin embargo, no logran constituirse como un poder antagónico que se dispone a pasar a la ofensiva.  

Reconocemos el amplio protagonismo de las masas, y sobre todo la presión que estas comienzan a ejercer y cuestionar la forma de conducción del gobierno de la UP, dando vida a una lucha de líneas abierta. Se desarrollaron métodos válidos de luchas de la clase como la participación de las bases, democracia directa, administración popular, lucha de masas. En el pueblo se comienza a materializar la apuesta por un nuevo poder, antagónico, autónomo y a plantear la necesidad de la revolución proletaria.

Que haya existido un salto importante en la consciencia de las y los trabajadores nos demuestra que no es imposible alcanzar el poder popular. Sin embargo, se requiere que las fuerzas populares avancen en la línea proletaria, y para ello, se necesitan los instrumentos de vanguardia de las y los trabajadores que presenten la alternativa revolucionaria y conduzcan a la clase trabajadora y el pueblo a la victoria y la conquista del poder. En ese sentido, la construcción del partido proletario con un programa comunista y revolucionario capaz de desarrollarse y armarse para la victoria es fundamental para no caer en el dominio de las y los poderosos.

Como ya se ha mencionado la vía pacifista al socialismo niega la violencia revolucionaria y de masas por lo que la vía revolucionaria no solo fue descartada, sino también socavada. La confianza (burguesa) en el carácter constitucional de las fuerzas armadas, así como de su respaldo y apoyo, ignoraron la necesidad del desarrollo de capacidades materiales para la revolución, o al menos para la resistencia. Las fuerzas armadas fueron sumadas al proceso, pero no sustituidas dando tiempo a la reacción de reorganizarse y dar el golpe. Desde una concepción de poder popular leninista, una vez que el proletariado conquista el poder, las fuerzas armadas del estado burgués son sustituidas por el pueblo en armas, el cual se constituye durante la lucha revolucionaria en Ejército Popular.

El proceso de acumulación de luchas anteriores que culminan con la candidatura reformista de Allende y su posterior triunfo, tensionó al campo de las y los revolucionarios a tomar posición, la que no logra ser articulada impidiendo que el sector enfrentara el proceso en unidad. En ese sentido, la visión crítica proporcionada por el PCR, demuestra la claridad con que se evidencia la influencia revisionista del falso PC, catalogando a la “vía pacífica” como aventurista, al desarmar a las masas; revisionista, al rechazar la dictadura del proletariado; y contrarrevolucionaria, al ser conciliadora de la lucha de clases. Esta posición es tomada anticipándose al actuar que tendría la UP incluso antes de que esta se conformara. Por su parte, la posición de apoyo crítico del MIR hacia el gobierno en un inicio, encuentra su origen en la tesis de que el programa de gobierno atacaba pilares del capitalismo en Chile y que, la agudización de la lucha de clases radicalizaría inevitablemente a la UP. Este análisis presenta deficiencias y evidencia influencias oportunistas propias del trotskismo que fue parte en algún momento de la organización. Cuando ya la agudización era evidente y la reacción se articulaba influyendo en decisiones que evidenciaron el carácter burgués de la UP (ejemplo incorporar a militares en ministerios), el MIR rectifica la línea y deslinda abiertamente con la UP, llamando al poder popular en tanto poder dual y antagónico al gobierno reformista. Por otro lado, la Vanguardia Organizada del Pueblo VOP fue aislada, perseguida, desarticulada, sus militantes torturados y asesinados durante el gobierno reformista de la UP, muchas de sus acciones armadas, no encontraron respuesta en las masas debido a su baja incidencia dentro de las mismas, por lo que fue más fácil para el reformismo perseguirlos.

A partir de lo anterior, es posible afirmar que es fundamental el levantamiento de un frente político de las y los revolucionarios que permitan dar un debate político, táctico y estratégico para enfrentar las diferentes coyunturas sin diluirse en la avanzada del revisionismo y la ideología burguesa.

Respecto de la relación partido/masas, es posible mencionar que si bien, no todas las organizaciones revolucionarias se consideraban partido o aspiraban a la construcción partidaria, es relevante referirse a la relación que tuvo el campo revolucionario con el pueblo, su capacidad de despliegue y el rol asignado a las masas para el momento histórico. Esto, de alguna manera podría incidir en la capacidad del campo revolucionario de influir en la correlación de fuerzas y abrir (o no) la posibilidad de la vía revolucionaria hacia la conquista del poder. Si bien, hubo una inserción de masas (sobre todo por parte del MIR) no hubo capacidad de constituirse en una alternativa popular y revolucionaria, antagónica al formato promovido por el gobierno. En la actualidad, el levantamiento de un Bloque Popular Revolucionario de definición anticapitalista, antiimperialista, clasista y revolucionario, aparece como una necesidad que permita hacer frente a la debilidad identificada en dicho proceso.

Pese a lo anterior, existen importantes ejemplos que muestran la capacidad y despliegue alcanzado como los comandos comunales, la participación en cordones industriales, las tomas de terreno, los centros de estudiantes, participación en las corridas de cerco, entre otras organizaciones de masas, además del levantamiento de estructuras intermedias propias como el Frente de Estudiantes Revolucionarios (FER), el Movimiento Universitario de Izquierda (MUI), el Movimiento de Campesinos Revolucionarios (MCR), el Movimiento de Pobladores Revolucionarios (MPR) y el Frente de Trabajadores Revolucionarios (FTR), la publicación del periódico El Rebelde, etcétera. Por su parte, problemas de sectarismo hacia las masas en el PCR (que como organización identificaron e intentaron rectificar) impidieron que su política lograra irradiarse en el seno del pueblo, en parte por su reducida militancia, también porque se generaron mayores dificultades para hacer un trabajo de masas desde una posición opositora al gobierno reformista de la UP. Pese a ello, levantaron organizaciones como Espartaco en lo estudiantil o inserción en la empresa SABA, además de la publicación de la Editorial Espartaco y la Revista Causa ML.

Respecto de las capacidades militares cabe señalar que ninguna de las organizaciones estaba realmente preparada para llevar a cabo una guerra o lucha revolucionaria abierta en ese momento, tampoco para enfrentar el golpe reaccionario. La capacidad de realizar acciones armadas fue limitada, siendo estas de carácter más bien propagandístico, a excepción de algunas acciones más avanzadas por parte del MIR (recuperación de recursos y propaganda armada) y de la VOP (ajusticiamiento a Pérez Zujovic). El PCR tuvo poca capacidad orgánica en términos militares.

Pese a lo anterior, el MIR logra reorganizarse para enfrentar la Dictadura Militar, desarrollando milicias populares y un esfuerzo de fuerza militar propia (Fuerza Central) quien realizó diferentes operaciones armadas, además del esfuerzo por desarrollar guerrilla con la experiencia en Neltume. Saludamos la valentía y disposición hacia el combate que el MIR logra impulsar para enfrentar la dictadura, y junto con el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, y posteriormente, el Movimiento Juvenil Lautaro, tuvieron la capacidad de sobreponerse a la represión y sus propias debilidades y avanzar decididamente a la lucha armada para acabar con el tirano y posteriormente para enfrentar a la falsa democracia de ricos y poderosos.

Con orgullo proletario reconocemos la heroica resistencia que dieron miles y miles de trabajadores y trabajadoras, pobladores y pobladoras, campesinos, mujeres y estudiantes que de forma decidida y radical enfrentaron la bestialidad capitalista, con humildad le enviamos un saludo cargado de amor revolucionario a esas y esos anónimos que tras las barricadas, los paros nacionales, las ollas comunes, las marchas contra el hambre, entregaron su juventud e incluso algunos y algunas su vida por acabar con la dictadura y por construir una sociedad más justa y al servicio de la clase trabajadora y el pueblo.

Los aprendizajes del proceso histórico analizado nos permiten una vez más afirmar que el reformismo no es un buen escenario para la revolución ni tampoco es un aliado para el despliegue de la Izquierda Revolucionaria porque confunde a las masas a la vez que margina y criminaliza al campo revolucionario, sea por la vía discursiva, ideológica, legal o política.

En ese sentido, en momentos de avanzada del revisionismo y concreción de gobiernos reformistas, se debe tener la claridad de que no son nuestros amigos y que ellos no dudarán en buscar nuestro aniquilamiento como alternativa, en algunos casos (los más fáciles y a los oportunistas), por medio del clientelismo, la cooptación y la domesticación, y en otros, por represión.  En períodos como estos, la izquierda revolucionaria debe organizarse, en despliegue y contracción, es decir, desplegarse entre las masas, y a la vez, acelerar el proceso de construcción partidaria y estratégica. Debe avanzarse de manera simultánea y con celeridad en la construcción partidaria, el programa de la revolución y la fuerza material para sostenerla.

 

Por último, lo analizado nos enseña que la lucha política e ideológica contra el revisionismo es una tarea de todos los días y de carácter urgente, pues este no acelera la revolución, por el contrario, la boicotea.

 

A deslindar campos con el revisionismo y construir la alternativa comunista revolucionaria

¡LA REBELIÓN SE JUSTIFICA!

 

Organización Comunista Revolucionaria

Chile, septiembre 

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